miércoles, julio 27, 2016

Un digno homenaje a quienes asaltaron los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes aquel 26 de Julio de 1953, la Generación del Centenario, en el siguiente trabajo de la colega y amiga Rosa Blanca Pérez López.


 
Aunque ahora algunos nos conviden a la desmemoria, no están ni olvidados ni muertos quienes se inmortalizaron desagraviando el recuerdo del Apóstol una gloriosa mañana de la Santa Ana. Aquella generación de sueños y coraje que puso su vida a disposición del destino de la patria, como solamente hacen los hombres que llevan en sí el decoro de muchos hombres.
Muy jóvenes eran en su inmensa mayoría esos bisoños combatientes por la libertad de Cuba, semejantes a esos “pinos nuevos” que germinan entre la veteranía de los bosques para continuar la marcha redentora con renovada savia y con la misma reciedumbre de sus predecesores. Esa Generación del Centenario, que comandada por Fidel amaneciera un domingo asaltando cuarteles, como quien se propone tomar por asalto el cielo.
Había mucho que vindicar en la formidable gesta del 26 de julio. Era preciso rescatar a Cuba de casi cinco siglos de sometimiento a metrópolis extranjeras; del analfabetismo y la insalubridad; de la explotación y la ignominia; de la corrupción y el latrocinio; de la triste condición de un pueblo condenado a vivir como un paria en la propia tierra que lo viera nacer.
Y fueron una nueva clarinada emancipadora -como antes sucediera en Yara y en Baire- los disparos que anunciaban en el Moncada y el Carlos Manuel de Céspedes el reinicio de la contienda libertaria, y preconizaban un porvenir más justo y digno para los cubanos.
No es perfecta aún la obra que comenzaron a forjar sesenta y tres años atrás aquellos hombres que llevaban en sí el decoro de muchos hombres. Faltan todavía muchos sueños por cumplir, pero hay coraje suficiente para realizarlos, de cara a cualquier desafío económico, político e ideológico que amenace con revertir el rumbo trazado con tanta sangre y con tanto patriotismo.
No están ni olvidados ni muertos quienes cayeron el día más rebelde de nuestra historia. En el bosque de su inspiradora inmortalidad, siguen retoñando pinos nuevos dispuestos a continuar la marcha por ellos iniciada, hacia una nación por siempre soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible. Ese ha de ser el mejor homenaje de los cubanos a los héroes y mártires de aquel glorioso amanecer de un 26 de julio.

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