La
muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida
Si una honda preocupación me asaltó cuando en la mañana Telesur
informaba sobre la recaída y el delicado estado de salud del presidente de
Venezuela Hugo Rafael Chávez Frías, en pocas horas se convertiría en pena y
dolor cuando escuchaba al vicepresidente de ese hermano país, Nicolás Maduro,
informarle con la voz quebrada a su pueblo el fallecimiento de este.
Ha desaparecido físicamente el hombre que supo retomar
las ideas de Simón Bolívar y José Martí sobre la unidad de Nuestra América, que
vislumbró en la
Revolución Cubana la posibilidad de enfrentar la oligarquía
nacional y rescatar los recursos del país de las manos imperiales para ponerlos
al servicio del bienestar de su pueblo oprimido y explotado.
De claro y valiente discurso siempre acompañado de la
acción consecuente, pronto se ganó la simpatía de los hombres progresistas,
amantes de las causas justas y la libertad. Por supuesto, también se granjeó el
odio de quienes creen que América es su traspatio y se enriquecen con el saqueo
y la explotación de otras naciones.
Hoy ha muerto el hombre, el ser físico que habitaba en
Hugo Chávez, pero es de la estirpe de quienes no desaparecen, es de esos seres
que se extienden a través de montes, llanos, ciudades, ríos, mares y con su
ejemplo inspiran a millones en los que perdura.
Hombres que como Bolívar, Martí, Che Guevara, nos
siguen señalando el camino de la reivindicación del ser humano, de su
independencia, de la justicia tantas veces negada.
Junto a Venezuela lloran los pueblos de esta América por
el héroe caído, pero será un breve llanto, pues para honrarlo se continuará la
obra que él iniciara y en la que señaló el camino a seguir, conscientes de que
en cada éxito estará su presencia.
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